viernes, 30 de marzo de 2012
miércoles, 28 de marzo de 2012
Desde el Doménico Chindamo
(De nuestros enviados especiales)
►Il ritorno. Gran sorpresa y algarabía despertó el regreso a los escenarios de un futbolista que había elegido otros rumbos, lejanos al Chindamo. El italiano Melena Di Marchi tuvo una actuación merecedora de elogios por su audaz desempeño bajo los tres palos, que consolidó a su equipo y lo hizo fortalecerse de atrás hacia adelante, brindando confianza y seguridad, y cercenando el abanico de opciones goleadoras que suele exhibir el rival.
►Golazo, dijo Toto. La jornada deportiva en el Chindamo depararía una inusual cantidad de conversiones de notable factura, pero la más celebrada fue la de Buffy, que desbordó por el flanco izquierdo del ataque y, cuando parecía que había estirado demasiado su carrera contra la línea de fondo, sacó un remate cruzado casi sin ángulo que hizo sonar el parante metálico opuesto del guardamenta antes de inflar la red. La popular celebró el regreso de Buffy a los festejos.
►Desmesura. Bien conocida es la tenacidad de Alvarito, que en numerosas oportunidades lo ha llevado a cargarse el equipo al hombro en busca de los tres puntos. Esta vez, recibió el balón en el área y lo dominó a medias, pero quiso la fortuna que el esférico rodara rumbo a la desguarnecida línea de gol, pasando entre las piernas del arquero, el propio Alvarito. Pero el oprobio que significa un gol en contra de la propia valla quedó minimizado por la desmesura con la que Cecé festejó el tanto. Un gesto indigno.
►El Manatí del Gol. La habitual eficacia de Cecé en esta ocasión se vio opacada por su propia irregularidad. Comenzó el match con una actuación francamente olvidable, alternando falta de timming, falta de gol, falta de estado físico y falta de humildad. Uno de sus peores momentos se evidenció cuando encorvó su espalda en busca de un cabezazo, pero la número cinco jamás llegó a su testa y en cambio rebotó en su rodilla derecha, aunque el azar quiso que ese balón terminara en los pies de Julián para que la empuje al fondo de la red. Sin embargo, El Manatí del Gol supo revertir su bajón futbolístico y, haciendo fuerzas de flaquezas, con más oficio que habilidad, silenció los silbidos que bajaban de la platea con goles. En el último minuto, humilló a Chachi con un sombrero y remató de volea para vencer a un endeble Zamba que cumplía funciones como arquero. Los números de Cecé: 4 goles, 0 asistencias, 2 rebotes (involuntarios) y un festejo (el del gol en contra de Alvarito).
►Cabezazos. De a poco, con paciencia, como los buenos vinos, la idea del fútbol vistoso pregonada por El Túnel Fernández empieza a contagiarse saludablemente en la institución. La teoría enriquística que enarbola como emblema "hagamos goles lindos o no los hagámoslos" se vuelve moneda corriente sobre el verde césped chindámico. Así, un cabezazo de Fisu abriendo el juego hacia el banderín del córner fue respondido con otro impacto de sesera de Zamba, que dejó el esférico flotando en el área chica para que irrumpiera Chachi y, con un nuevo testarazo, doblegara la valla rival. Tres cabezazos en el área son golazo.
►Lacadé. Loja, que pierde los kilos al mismo ritmo que el talento, paseó sus endiablados driblings por todo el ancho y el largo del field, pero aunque mostró en cada rincón su flamante y envidiable figura no gravitó como en otros tiempos ni fue tan incisivo como en sus épocas de esplendor. Titi, una de las nóveles figuras del Chindamo, todavía desconocedor de los nombres y/o apodos de compañeros y rivales, le pidió el pase a Loja al grito de: "¡Rácin!". Es verdad, Matías vestía una casaca a franjas horizontales celestes y blancas, pero no la de la Academia de Avellaneda sino la de la selección nacional. Ofendido con el equívoco, un veterano chovinista del plantel se desquitó con premeditación y alevosía: cada vez que Titi se acercaba con su remera ñubelística, le espetaba: "¡Pasala, sabalero!".
►Duelo de ocotes. De un lado, Fisu, blanco habitual de burlas por sus desproporcionadas prominencias posteriores. Del otro lado, defendiendo el arco, El Túnel Fernández, cuyas piernas notoriamente cóncavas le valieron su mote en detrimento de su otra peculiaridad, su abultado y ensanchado trasero. El duelo de culos inclinó la balanza a favor de Fisu, que con un toque delicioso consiguió un tanto de emboquillada, mientras El Túnel manoteaba el vacío como quien espanta una mosca.
►Un regalo para la vista. Ya no sorprende a nadie el talento de La Araña Legnini. Rendidor en todas las líneas, incluso despampanante cuando se calza los guantes, el habilidoso espigado zen fue el autor del otro golazo que fue a parar al Top Faib de la jornada. De media distancia, acarició el balón para que atravesara la maraña de piernas peludas y se abriera paso en el hueco exacto que regalaba la última línea rival. El esférico trazó una abrupta parábola descendente que se incrustó despiadadamente en el ángulo. Gracias por tanta magia.
►Ausente sin aviso. Es una lástima que Bustamante no haya sido de la partida en el apasionante duelo que protagonizaron... Ah, ¿sí estaba? Aquí apuntan que Marcelito participó del cotejo, y ahora que lo mencionan este cronista recuerda una palomita que intentó muy lejos del área rival, a tan baja altura que el césped quedó a su paso todo peinadito para el mismo lado.
(crédito: Doménico Chindamo) |
►Golazo, dijo Toto. La jornada deportiva en el Chindamo depararía una inusual cantidad de conversiones de notable factura, pero la más celebrada fue la de Buffy, que desbordó por el flanco izquierdo del ataque y, cuando parecía que había estirado demasiado su carrera contra la línea de fondo, sacó un remate cruzado casi sin ángulo que hizo sonar el parante metálico opuesto del guardamenta antes de inflar la red. La popular celebró el regreso de Buffy a los festejos.
►Desmesura. Bien conocida es la tenacidad de Alvarito, que en numerosas oportunidades lo ha llevado a cargarse el equipo al hombro en busca de los tres puntos. Esta vez, recibió el balón en el área y lo dominó a medias, pero quiso la fortuna que el esférico rodara rumbo a la desguarnecida línea de gol, pasando entre las piernas del arquero, el propio Alvarito. Pero el oprobio que significa un gol en contra de la propia valla quedó minimizado por la desmesura con la que Cecé festejó el tanto. Un gesto indigno.
►El Manatí del Gol. La habitual eficacia de Cecé en esta ocasión se vio opacada por su propia irregularidad. Comenzó el match con una actuación francamente olvidable, alternando falta de timming, falta de gol, falta de estado físico y falta de humildad. Uno de sus peores momentos se evidenció cuando encorvó su espalda en busca de un cabezazo, pero la número cinco jamás llegó a su testa y en cambio rebotó en su rodilla derecha, aunque el azar quiso que ese balón terminara en los pies de Julián para que la empuje al fondo de la red. Sin embargo, El Manatí del Gol supo revertir su bajón futbolístico y, haciendo fuerzas de flaquezas, con más oficio que habilidad, silenció los silbidos que bajaban de la platea con goles. En el último minuto, humilló a Chachi con un sombrero y remató de volea para vencer a un endeble Zamba que cumplía funciones como arquero. Los números de Cecé: 4 goles, 0 asistencias, 2 rebotes (involuntarios) y un festejo (el del gol en contra de Alvarito).
►Cabezazos. De a poco, con paciencia, como los buenos vinos, la idea del fútbol vistoso pregonada por El Túnel Fernández empieza a contagiarse saludablemente en la institución. La teoría enriquística que enarbola como emblema "hagamos goles lindos o no los hagámoslos" se vuelve moneda corriente sobre el verde césped chindámico. Así, un cabezazo de Fisu abriendo el juego hacia el banderín del córner fue respondido con otro impacto de sesera de Zamba, que dejó el esférico flotando en el área chica para que irrumpiera Chachi y, con un nuevo testarazo, doblegara la valla rival. Tres cabezazos en el área son golazo.
►Lacadé. Loja, que pierde los kilos al mismo ritmo que el talento, paseó sus endiablados driblings por todo el ancho y el largo del field, pero aunque mostró en cada rincón su flamante y envidiable figura no gravitó como en otros tiempos ni fue tan incisivo como en sus épocas de esplendor. Titi, una de las nóveles figuras del Chindamo, todavía desconocedor de los nombres y/o apodos de compañeros y rivales, le pidió el pase a Loja al grito de: "¡Rácin!". Es verdad, Matías vestía una casaca a franjas horizontales celestes y blancas, pero no la de la Academia de Avellaneda sino la de la selección nacional. Ofendido con el equívoco, un veterano chovinista del plantel se desquitó con premeditación y alevosía: cada vez que Titi se acercaba con su remera ñubelística, le espetaba: "¡Pasala, sabalero!".
►Duelo de ocotes. De un lado, Fisu, blanco habitual de burlas por sus desproporcionadas prominencias posteriores. Del otro lado, defendiendo el arco, El Túnel Fernández, cuyas piernas notoriamente cóncavas le valieron su mote en detrimento de su otra peculiaridad, su abultado y ensanchado trasero. El duelo de culos inclinó la balanza a favor de Fisu, que con un toque delicioso consiguió un tanto de emboquillada, mientras El Túnel manoteaba el vacío como quien espanta una mosca.
►Un regalo para la vista. Ya no sorprende a nadie el talento de La Araña Legnini. Rendidor en todas las líneas, incluso despampanante cuando se calza los guantes, el habilidoso espigado zen fue el autor del otro golazo que fue a parar al Top Faib de la jornada. De media distancia, acarició el balón para que atravesara la maraña de piernas peludas y se abriera paso en el hueco exacto que regalaba la última línea rival. El esférico trazó una abrupta parábola descendente que se incrustó despiadadamente en el ángulo. Gracias por tanta magia.
►Ausente sin aviso. Es una lástima que Bustamante no haya sido de la partida en el apasionante duelo que protagonizaron... Ah, ¿sí estaba? Aquí apuntan que Marcelito participó del cotejo, y ahora que lo mencionan este cronista recuerda una palomita que intentó muy lejos del área rival, a tan baja altura que el césped quedó a su paso todo peinadito para el mismo lado.
martes, 27 de marzo de 2012
Un voto a favor
El Estadio y Complejo Deportivo Doménico Chindamo y el plantel del Chindamo Football Club anuncian su absoluto y más incondicional apoyo a la radicación en Rosario, Santa Fe, de la discoteque Esperanto, primera sede en el interior de la República Argentina del local bailable que tanto ha aportado a la consagración mediática de numerosos futbolistas, quienes de esta manera han logrado reconocimiento en la sociedad por algo más que patear una pelotita.
A la espera de que se haga justicia y que en la esquina de Zeballos y Pocho Leprati (ex Presidente Roca) se constituya este establecimiento que servirá para que los deportistas chindamísticos puedan distenderse así como insertarse más activamente en la comunidad, una comisión integrada por futbolistas del primer equipo ya se encuentra abocada a la ardua tarea de preseleccionar un grupo de botineras. Es así que varios de los más destacados jugadores de la institución recorrieron un sinnúmero de bares, pubs, bolichones y tugurios para dar forma a una nutrida agenda de agraciadas señoritas, algunas de las cuales finalmente resultarán elegidas para prestar sus servicios como acompañantes ocasionales.
Son requisitos indispensables para todas las postulantes tener más de 16 años y menos de 72, contar con educación primaria certificada, buena presencia y mejor predisposición, y tener el comedor completo.
Adelante, players! El VIP será nuestro!
Algunos de nuestros players durante un casting |
Son requisitos indispensables para todas las postulantes tener más de 16 años y menos de 72, contar con educación primaria certificada, buena presencia y mejor predisposición, y tener el comedor completo.
Adelante, players! El VIP será nuestro!
miércoles, 21 de marzo de 2012
Fue penal
Fue penal. Con toda la alevosía posible, sin conmiseración, tras repetir a boca de jarro que el jogo bonito es su única motivación, cuando Cecé cumplía sus funciones como guardameta y se vio superado por la voracidad goleadora de Zamba, tan sólo atinó a cometer un penal burdo, desfachatado, ruin, vergonzante. Había enarbolado la belleza de los movimientos como bandera, se había vanagloriado de deshechar las conversiones fáciles y buscar la perfección como única meta, se había arrogado el derecho de la tribuna de disfrutar un espectáculo memorable, y cuando se vio superado en el juego, humillado futbolísticamente, cuando la número cinco ya le resultaba inalcanzable, cuando sólo restaba que el balón durmiera en la red que custodiaba, Cecé estiró la mano y se aferró al pie del delantero. Fue penal.
miércoles, 14 de marzo de 2012
La jugada que lo arruinó todo
Una primaveral mañana acogió un nuevo encuentro futbolístico en el Chindamo. Numerosas ausencias casi empañaron la festividad, pero los ocho contendientes desplegaron buena predisposición y brindaron un espectáculo digno de observarse con una mueca de felicidad. Corría todo dentro de los cauces normales, en un campo que simulaba un lienzo de billar, hasta que César Couselo protagonizó una jugada que cambiaría los ánimos de los players.
De manera casi azarosa, CC recibió sobre la derecha del ataque, con el arquero Bustamante regalando un hueco impensado, una oportunidad de conversión imposible de desperdiciar. Pero el atacante, quizás influenciado por la prédica del Túnel Fernández ("hacemos goles lindos o no hacemos nada") se animó a una de más. Giró su torso hacia la izquierda, con el golero jugado a subsanar su error y totalmente entregado a la inercia de su repentización. Bustamante pasó de largo y a CC le quedó para la tonta, la zurda, mientras El Uno regresaba sobre sus pasos girando el cuerpo de frente a su propia meta. Demoró la definición, instante fatal en que el pequeño arquero cubría con su completa humanidad la probable trayectoria al gol. Pero, una vez más, CC enganchó, ahora de izquierda a derecha. Bustamante, atontado por la vertiginosidad del movimiento, sólo atinó a despanzurrarse y obligó al delantero a estirar un poco más la trayectoria del esférico, en dirección al primer palo, cercenando sus propias posibilidades. Fue un milisegundo donde el destino decidió que la número cinco se encontrara súbitamente con las dos fuerzas de empuje opuestas, una pierna intentando que el cuero viaje en dirección a la línea de meta, otra pierna procurando un despeje drástico y definitivo. La gravedad y los puntapiés al unísono decidieron que la pelota se elevara endiablada para caer, girando sobre algún alocado eje intrínseco, casi en la misma mata de césped desde la que había sido impulsada. En ese instante CC, entonces de espaldas al arco que pretendía vulnerar, intentó un recurso extremo, se jugó una patriada: tiró un taco. Elevó con escasa elegancia su pierna derecha, como mamífero listo a soltar orines, y la dejó caer tiesa para impactar el balón con la parte posterior de su pie. Bustamante jamás vio cuando el esférico daba en el parante casi con desgano, para luego alejarse poco más de un metro hacia el este, a 30 grados del arco. El golero, casi entregado a su suerte, apenas si se desplazó algunos centímetros con torpeza y le permitió un último movimiento a CC, que pudo trazar un recorrido en parábola para chutar con su pierna hábil directamente al gol. Pero no lo hizo, sino que eligió el camino más largo para acomodarse de manera curiosa y volver a intentar un golpe de taco. Esta vez fue con la pierna izquierda, con tan mal tino que nuevamente la redonda dio en el palo para perderse por la línea de fondo.
La Araña Legnini se había zambullido una y otra vez con destreza y oportunismo. Julián había dejado el alma y el cuerpo en cada pelota dividida. Loto (el otro, el que se parece a Eric Estrada, con su hermano fuera por una lesión) había distribuido el esférico con certeza. Alvarenga había lanzado furiosas carreras endemoniadas. Zamba había convertido en reiteradas oportunidades con simpleza y eficiencia. El Túnel Fernández se había movido por el campo con inteligencia. Bustamante había exhibido capacidad y profundidad. Pero, desde aquel fatídico momento, los humores se emperraron, los ánimos se enervaron y la obstinación inconducente de Cecé llevaron al cotejo a un callejón sin salida, a un final oprobioso, indigno de una partida que apuntaba a ser recordada como un canto a la caballerosidad y el fútbol simple y criterioso.
De manera casi azarosa, CC recibió sobre la derecha del ataque, con el arquero Bustamante regalando un hueco impensado, una oportunidad de conversión imposible de desperdiciar. Pero el atacante, quizás influenciado por la prédica del Túnel Fernández ("hacemos goles lindos o no hacemos nada") se animó a una de más. Giró su torso hacia la izquierda, con el golero jugado a subsanar su error y totalmente entregado a la inercia de su repentización. Bustamante pasó de largo y a CC le quedó para la tonta, la zurda, mientras El Uno regresaba sobre sus pasos girando el cuerpo de frente a su propia meta. Demoró la definición, instante fatal en que el pequeño arquero cubría con su completa humanidad la probable trayectoria al gol. Pero, una vez más, CC enganchó, ahora de izquierda a derecha. Bustamante, atontado por la vertiginosidad del movimiento, sólo atinó a despanzurrarse y obligó al delantero a estirar un poco más la trayectoria del esférico, en dirección al primer palo, cercenando sus propias posibilidades. Fue un milisegundo donde el destino decidió que la número cinco se encontrara súbitamente con las dos fuerzas de empuje opuestas, una pierna intentando que el cuero viaje en dirección a la línea de meta, otra pierna procurando un despeje drástico y definitivo. La gravedad y los puntapiés al unísono decidieron que la pelota se elevara endiablada para caer, girando sobre algún alocado eje intrínseco, casi en la misma mata de césped desde la que había sido impulsada. En ese instante CC, entonces de espaldas al arco que pretendía vulnerar, intentó un recurso extremo, se jugó una patriada: tiró un taco. Elevó con escasa elegancia su pierna derecha, como mamífero listo a soltar orines, y la dejó caer tiesa para impactar el balón con la parte posterior de su pie. Bustamante jamás vio cuando el esférico daba en el parante casi con desgano, para luego alejarse poco más de un metro hacia el este, a 30 grados del arco. El golero, casi entregado a su suerte, apenas si se desplazó algunos centímetros con torpeza y le permitió un último movimiento a CC, que pudo trazar un recorrido en parábola para chutar con su pierna hábil directamente al gol. Pero no lo hizo, sino que eligió el camino más largo para acomodarse de manera curiosa y volver a intentar un golpe de taco. Esta vez fue con la pierna izquierda, con tan mal tino que nuevamente la redonda dio en el palo para perderse por la línea de fondo.
La Araña Legnini se había zambullido una y otra vez con destreza y oportunismo. Julián había dejado el alma y el cuerpo en cada pelota dividida. Loto (el otro, el que se parece a Eric Estrada, con su hermano fuera por una lesión) había distribuido el esférico con certeza. Alvarenga había lanzado furiosas carreras endemoniadas. Zamba había convertido en reiteradas oportunidades con simpleza y eficiencia. El Túnel Fernández se había movido por el campo con inteligencia. Bustamante había exhibido capacidad y profundidad. Pero, desde aquel fatídico momento, los humores se emperraron, los ánimos se enervaron y la obstinación inconducente de Cecé llevaron al cotejo a un callejón sin salida, a un final oprobioso, indigno de una partida que apuntaba a ser recordada como un canto a la caballerosidad y el fútbol simple y criterioso.
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