miércoles, 25 de abril de 2012

La Palanca del juego

Todos los conocen como Palanca, aunque su nombre completo es El Loco de la Palanca. Es sabido que el Chindamo no necesita de presencias rutilantes para motivarse, es suficiente conque pinte uno nuevo nomás. Palanca llegó temprano, humilde, con una sonrisa que anticipaba sus ganas de pisar el verde césped.


Siempre pasa lo mismo: felices con la flamante incorporación, los players se hubiesen dado por conformes con un par de toques y algún pelotazo que le cayera a un delantero. Pero Palanca mostró más, mucho más, y se alzaron ovaciones en su nombre. Sobriedad, estilo y mesura, El Señor P repartió sutilezas y contagió buen fútbol. Bueno, no a todos.

Si alguien no se sintió contagiado, ese fue El Manatí del Gol. "Ahhhhh", "Ffffff...", se le escuchaba susurrar al delantero cada vez que una pelota picaba a escasos centímetros de sus desvencijados botines y se perdía por la línea de fondo. No tardó en ser obligado a calzarse los guantes, pero su espíritu goleador lo llevó a alejarse de la meta que defendía, trasladar el balón más de la cuenta y aventurarse en gambetas rumbo al área rival. Así fue como desperdició una chance por comilón y Fucaracho, desde el arco de enfrente, se la mandó a guardar. Otro paso en falso de nuestra estrella.

miércoles, 11 de abril de 2012

Un regreso a lo grande

Fue un partido de alto vuelo. Al menos es lo que opinó la media docena de balones que traspuso el perímetro del Chindamo para escapar de las patadas insalubres de los futbolistas. Como hace mucho tiempo no ocurría, fue tal la cantidad de pelotas que se elevaron más allá de los tapiales que en algún momento los hidalgos contrincantes estuvieron a un paso de suspender el match. Pero, afortunadamente, el cotejo se desarrolló con total normalidad.

Bustamante parece burlarse del
malogrado clon de Eric Estrada.
Empecemos de menor a mayor: F. Loto no pudo ser puntuado por sus escasos minutos en el campo. Debió retirarse tras una desafortunada acción en la que Alvarito empezó a dar rienda suelta a sus más bajos impulsos. Mezcla de Flaco Schiavi y Chino Zandoná, El Carnicero Económico no midió su potencia y dejó knock out al Eric Estrada del regate con un soberbio punch que le destrozó la trompa.

Para completar la crónica de la ignominia, la desmesura de Alvarito fue in crescendo y terminó en un soberbio penal que casi fue una muestra de amor hacia Julián. El aguerrido player, desbordado, debió haber sido expulsado a tiempo para evitar males mayores.

Vayamos ahora a lo que nos compete: el buen fútbol. El Corto Bustamante exhibió una actuación memorable. Pese a sus declaraciones en la conferencia de prensa ("sufrí el partido desde el arranque", descerrajó tras los noventa minutos), el pequeño futbolista tuvo despliegue, contundencia, visión periférica y elegancia con el esférico en sus pies. Jugó para un 8 y dejó abierta la apuesta para la próxima.

La Araña Leñini con su traje
de Spider-Man.
La Araña Legnini ya no es sorpresa para nadie y dejó de ser una promesa para convertirse en garantía de calidad. Hábil con la pelota y atinado en su visión del campo, el espigado atleta volvió a demostrar su talento en la cancha, pero donde se mostró intratable fue custodiando los tres palos. Agil y de inmejorables reflejos, cuando se calzó los guantes se transformó en una pesadilla para los delanteros. Y cuando tuvo que salir lejos de su área no sólo dejó en claro su timming de caballero del fair play sino que supo desplazarse en un derrape controlado que enmudeció a la popular y sesgó el descuidado césped del Chindamo, aprovechando la escarcha matinal para deslizarse como una marsopa. Nueve puntos.

Forni Carlos festeja
un gol.
Quien hizo el partido perfecto fue uno que hace rato no pisaba el Chindamo. Forni Carlos tuvo un regreso a lo grande que le valió una ovación de pie al concluir la jornada. Todos los calificativos elogiosos estuvieron de su lado. Su acotado tamaño no fue impedimento para que ganara de arriba, su avanzada edad no fue escollo para su incasable andar, su humildad no fue rémora para que diera cátedra cada vez que el balón llegaba a sus botines. Un auténtico ejemplo para las generaciones venideras. Carlitos cerró su presentación ante una lluvia de aplausos y algunos aseguran que se le piantó un lagrimón. Diez, sin dudas.

¿Cecé? Apenas si cumplió. Estuvo más pendiente de los flashes que de las instancias de juego. Asegura que su zapatero personal le garantizó cinco goles por partido si le compra sus plantillas, pero el goleador teme, cual Sansón, perder toda su eficacia si renueva su calzado (el cual parece tener notable influencia en la dirección que toman las pelotas por él chutadas).

Los reproches del final no empañaron la gran jornada. Chachi se jactó de ser el único que fue a buscar el esférico a lo de la vecina, aunque ante la evidencia de que sus dichos no se ajustaban a la verdad, bramó: "Pero fui el más que más rápido trajo la pelota". Llegaría una jugada que se fue por poco ("salió entera", argumentó Chachi, aun cuando la invisible línea de fondo es apenas tan exacta como cualquiera pueda imaginarla), Alvarito cometería el penal en tiempo cumplido y El Manatí del Gol se haría cargo de la ejecución con el colegiado advirtiendo que, apenas consumado el tiro, decretaría el final del cotejo. Cecé lo pateó a desgano, desviado. El encuentro culminó en igualdad. Chachi se quejó a viva voz de la apatía del goleador desde los doce pasos. Ay, Chachi, Chachi... en cualquier momento le sacan la quinta amarilla.

Cecé elonga sus zapatillas.

miércoles, 4 de abril de 2012

El gran duelo

Face to face. Mano a mano. Uno contra uno. Talento versus perseverancia. Sutilezas ante goles. Verdad contra mentira. El día del gran duelo llegó. Catarrito aseguró que podía contener la furia goleadora de Cecé. Los pingos se ven en la cancha y allí se mostraron, tête à tète. Uno fue el gran vencedor, el otro fue el oprobio de la derrota.

La racha imparable de Cecé parecía no tener techo, pero Catarrito lo retó a duelo, en la cancha. Prometió que no volvería a pisar el verde césped si no podía anular al nueve infalible. Y el duelo fue de dientes apretados. Los demás fuimos apenas actores secundarios circunstanciales en una obra que había sido escrita sólo para ellos dos. El esférico comenzó a rodar y los ojos se centraron en sus acciones.

Catarrito descuidó sus funciones en la cancha sólo para intentar cercenar los intentos del Manatí del Gol. Cecé se convirtió en un morfón despilfarrando chances reales de su equipo. No fueron dos bandos, apenas dos racimos de players alrededor de una contienda épica. El goleador estaba apagado, desdibujado, la impronta del marcador aguerrido no le dio respiro ni le permitió mostrarse a sus anchas. Pero hubo un descuido de Catarrito, que Cecé no desaprovechó, y el arco se le abrió a la máquina voraz de inflar redes.

El vencedor de la disputa no brilló, pero terminó floreándose ante un humillado Catarrito. En la última de la jornada, cuando ya el duelo estaba definido, Cecé tiró un sombrerito en la boca del área y remató de aire ante un desganado arquero que no supo oponer resistencia. Ahora tendrá que cumplir: Catarrito no puede volver a pararse en el field del Chindamo.


La tensión del momento casi hizo olvidar a un tercer protagonista de la jornada, no por virtudes sino por empecinarse en combatir el glorioso espíritu de la institución. Chachi se enfrentó verbalmente con Fisu, un rival que le respondió con sobriedad de juego y visión de la cancha. Pero también tuvo serios encontronazos con sendos compañeros de team: se le plantó Buffy ("no me digas boludo", le espetó el afrancesado periodista apuntando su dedo índice al cielo) e incluso la estrella Cecé ("no putiés, no putiés", se le animó con su voz amanatiada, apuntando su dedo índice al ojo derecho del artista plástico). Ay, Chachi, Chachi... ya tenés cuatro amarillas.