(foto: Cecé © ) |
Las precarias instalaciones donde se retiró el futbolista. |
Oprobiosos fueron los largos minutos en que compañeros y rivales le cedían el esférico y le allanaban el camino al arco que defendía Bustamante, para que Zamba desperdiciara goles que eran imposibles de errar. Hasta el fatídico minuto en que Alvarito fue a pelear con su habitual tenacidad una pelota dividida. Zamba, angustiado por su olvidable performance, trabó con endeble convicción, sus piernas se elevaron en sentido contrario a su carrera y fue a dar de bruces contra el césped (artificial). Se torció el dedo anular de la mano derecha y el brazo izquierdo quedó plegado y aplastado entre el piso y su propio pecho. El rebote contra el suelo se escuchó hasta la calle. Quedó tendido, como muerto, ante los desmesurados festejos del Negrolito, quien sostenía a viva voz que era la mejor despedida que había presenciado en sus largos años como futbolista.
El partido continuó con una patética derrota del equipo de Zamba. Dijo uno de los empleados de la cancha que treinta y cinco minutos después llegó el servicio de urgencias para retirar el cuerpo inerte del ahora ex futbolista, que impedía que el siguiente partido se desarrollara con normalidad. Amarga despedida.
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