miércoles, 28 de septiembre de 2011
7 de cada 10 periodistas rosarinos mueren en una cancha de fútbol
Por Floppy O'Quif
Especial para Chindamo Online
La avalancha de serias lesiones que aquejan a los periodistas de La Capital en sus encuentros futbolísticos de los miércoles puso sobre el tapete los peligros de acompañar el deporte de alto rendimiento con una vida sedentaria y malos hábitos alimenticios.
Uno tras otro, los deportistas que intentan mostrar su habilidades en el Estadio Doménico Chindamo experimentan en carne propia lesiones propias de personas que ignoran los síntomas de la edad avanzada. Así y todo, se empeñan en jugar al fútbol al rayo del inclemente sol del mediodía, aún cuando su condición física dista mucho de ser la ideal. Sus desordenados estilos de vida, la alimentación a deshoras y la necesidad de demostrar que aún están preparados para afrontar exigencias físicas constituyen un cóctel explosivo, una bomba de tiempo que lleva por un solo camino: la muerte sobre el verde césped.
Siete de cada diez periodistas que desempeñan sus tareas en medios de comunicación de Rosario perecen durante un partido de fútbol. En los últimos cuatro años, 47 trabajadores de prensa fallecieron antes del pitazo final, 39 de ellos en los meses del verano. En lo que va de 2011, catorce experimentaron paros cardíacos, 23 sufrieron fracturas y desgarros, y 31 se vieron obligados a alejarse de las canchas aquejados por un cuadro que combina hipertensión, deshidratación, descalcificación, mareos, vómitos, convulsiones y diarrea.
La semana pasada fue Vicente Petisce, ahora le tocó el turno a Daniel Leñini... ¿quién será el próximo? Una problemática que invita a la reflexión.
El partido
Ah, ¿el partido? Un desastre. Ni vale la pena intentar una crónica seria. En numerosas ocasiones se escuchó a los players sugerir un pase en dirección contraria a la suya, indicando que algún compañero estaba en mejor condición para recibir la pelota. "Dásela al Toto", vociferó Quique mientras recuperaba el aire. "Allá, Fisu está solo", espetó un Chachi totalmente desprovisto de marcas.
Para muestra, un botoncito: Carlos Forni, otrora guerrero de mil batallas, se encontró con la pelota en sus pies, a un metro del arco desguarnecido. Lejos de celebrar de antemano un gol imposible de marrar, un instante antes de impactar el esférico se escuchó su lamento a viva voz: "¡Uy, no!".
Lamentable espectáculo, indigno del glorioso Chindamo.
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Se develó la mentira
Con qué facilidad se cae desde la cima de los exitosos hasta la tierra de los denostados. Marcelo Bustamante pasó de la consagración al oprobio en apenas un partido. Elegido como figura en la jornada de regreso al Estadio Doménico Chindamo por su soberbia actuación bajo los tres palos, el pequeño Uno dejó en claro que sólo fue un amor de primavera, una estrella fugaz, un ídolo con pies de barro. Primero denunció que los arcos de la institución no poseen la altura reglamentaria, luego mostró más flaquezas que aciertos, más tarde se animó a una aventura individual que fracasó estrepitosamente y finalmente fue abucheado cuando su mezquina actitud terminó en desastre.
Pero, mientras unos caen al fango de los olvidados, otros se elevan al Olimpo de los celebrados. Daniel Leñini poco prometía en la previa pero su figura se destacó entre la medianía general.
El desgarbado player demostró su valía en todos los sectores. Supo aguantarla con oficio cuando las papas quemaban, buscó el arco contrario con tino y prestancia, exhibió sacrificio en situaciones límite y fue un león en el siempre ingrato puesto de arquero. Mucho, muchísimo más de los que aventuraban los más sagaces periodistas deportivos. Dejó el alma en la cancha y el público lo recompensó con elogios y vítores.
Chachi Verona, otrora desencajado y voraz delantero que no medía consecuencias, parecía haberse redimido ante la sociedad y había alcanzado la paz espiritual de un monje tibetano. Pero esta vez su vástago Valentino (a la postre, autor del gol de la fecha con una atlética conversión de taco) lo acompañó en su equipo y rebrotó la peor faceta como padre, deportista y ser humano. Deplorable imagen dejó Verona en el verde césped del Chindamo.
Las experiencias padre-hijo no parecen ser aliadas del buen fútbol. Lo demostraron en esta fecha los Verona y también los Fernández.
Enrique Fernández llegaba con un pasado glorioso, un pergamino lleno de laureles que se marchitaron en apenas una mañana. Su veteranía le concedía el beneficio de la duda, pero el pequeño Andrés fue la voz de la conciencia colectiva. A cada fallida intervención del malogrado futbolista le correspondió un reproche de voz finita pero atronadora, sentencias acotadas pero viscerales, sin agravios pero con la dolorosa herida de la daga de la verdad irrefutable.
Poco y nada cabe destacar del resto. Una jornada que, de no ser por el brillo de Leñini, poco dejó en la columna del haber.
Pero, mientras unos caen al fango de los olvidados, otros se elevan al Olimpo de los celebrados. Daniel Leñini poco prometía en la previa pero su figura se destacó entre la medianía general.
El desgarbado player demostró su valía en todos los sectores. Supo aguantarla con oficio cuando las papas quemaban, buscó el arco contrario con tino y prestancia, exhibió sacrificio en situaciones límite y fue un león en el siempre ingrato puesto de arquero. Mucho, muchísimo más de los que aventuraban los más sagaces periodistas deportivos. Dejó el alma en la cancha y el público lo recompensó con elogios y vítores.
Chachi Verona, otrora desencajado y voraz delantero que no medía consecuencias, parecía haberse redimido ante la sociedad y había alcanzado la paz espiritual de un monje tibetano. Pero esta vez su vástago Valentino (a la postre, autor del gol de la fecha con una atlética conversión de taco) lo acompañó en su equipo y rebrotó la peor faceta como padre, deportista y ser humano. Deplorable imagen dejó Verona en el verde césped del Chindamo.
Las experiencias padre-hijo no parecen ser aliadas del buen fútbol. Lo demostraron en esta fecha los Verona y también los Fernández.
El túnel Fernández en el Chindamo. |
Como un palomo a punto de despegar, Fernández busca el arco. |
miércoles, 14 de septiembre de 2011
Volvió el buen fútbol
Alvarito, la figura por tenacidad y entrega. |
Acudieron a la convocatoria del Negrolito figuras de la talla del malogrado Vicente Petisce, que primero le faltó el aire, después el talento (que apareció de a chispazos, como en el golazo de otro partido que le convirtió de taco a Cecé) y finalmente terminó con la pata al norte, dando muestras acabadas de sus excesos nocturnos. La grave lesión lo dejará fuera de las canchas por largo tiempo.
Pero la falta de estado físico no solamente se evidenció en el veterano volante, sino también en siluetas notablemente desmejoradas como las de Cecé y Fabián Loto.
Sin embargo, Cecé se las rebuscó con oficio para transmitir seguridad desde el arco.
La figura indiscutible fue Alvarito, por garra y tesón, que lo convirtieron en un dolor de cabeza para los delanteros contrarios y también para el golero rival. También tuvo grandes momentos Marcelo Bustamante, pequeño gran referente bajo los tres palos, con intervenciones deslumbrantes que llevaron a ciertos periodistas deportivos a otorgarle un puntaje que ni siquiera el propio arquero imaginaba en la previa.
Vicente Petisce se encarga de un tiro de esquina. |
La nota negra de la jornada fue la falta de timming del propio Doménico Chindamo, quien procedió al regado del gramado horas antes del cotejo y obligó a reducir las dimensiones del campo de juego, lo cual redundó en un beneficio para buena parte de los jugadores, que regresaban luego de un prolongado período de inactividad.
On Video: Bustamante se destaca bajo los tres palos.
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